La violencia ancestral
La fuerza es el derecho de las bestias, dijo el poeta romano Marco Tulio Cicerón
La violencia explota en diversos puntos de nuestro mundo. El planeta azul, la cuna ideal de todos los seres vivos se ve convulsionado por la acción directa de su especie dominante, el ser humano, que haciendo gala de su ancestral violencia, echa por tierra los universales mensajes de paz y convivencia.
Tal vez sea un resabio genético que rememora la especie animal que más se nos asemeja, el chimpancé, viendo e investigando el comportamiento del pariente que lleva casi el 99% de nuestro mismo código genético podremos entender por qué la violencia es un componente primario de todo humano.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, ya refería a comienzos del siglo XX, que, en el ser humano, la pulsíon, sobre todo la pulsión de muerte, que es un instinto irrefrenable, le termina ganando siempre a la pulsión de vida. Así el tanatos, la muerte, siempre es eternamente mayor que el eros, el amor y la vida.
Según Freud, de los quinientos mil millones de células que tiene nuestro cuerpo, y que van camino a la muerte desde el momento del nacimiento, solo dos, el óvulo y el espermatozoide generan vida, es fácil entender por qué esa pulsión de destrucción y muerte siempre le gana a la otra pulsión… la de vida y amor.
“La única certeza de la vida es la muerte reza el antiguo proverbio”, como para dar mayor entidad a las reflexiones del padre de la psiquiatría. El tánatos, la muerte, parece ser el patrimonio ancestral de nuestro pariente el chimpancé y el eros, la vida y el amor son la mínima cuota que le agrega nuestra humanidad.
Volviendo a nuestra propia especie e historia, ya decía el escritor romano Tito Macio Plauto, en su obra Asinaria, hace veinte siglos: “Homo homini lupus est”, el hombre es el lobo del hombre. Desde el brutal asesinato de Jesús en la cruz, hasta las fábricas de exterminio en masa del holocausto nazi, se rememora como actual aquella reflexión del escritor romano.
Gente desesperada colgándose de los aviones que partían de Kabul para huir de los talibanes; el asesinato de una mujer por no usar el velo musulmán o la indiferencia internacional ante los que huyen de sus patrias lleva a reflexionar: ¿Cuánto de humanos tenemos los humanos?
Tal vez sea un resabio genético que rememora la especie animal que más se nos asemeja, el chimpancé, viendo e investigando el comportamiento del pariente que lleva casi el 99% de nuestro mismo código genético podremos entender por qué la violencia es un componente primario de todo humano.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, ya refería a comienzos del siglo XX, que, en el ser humano, la pulsíon, sobre todo la pulsión de muerte, que es un instinto irrefrenable, le termina ganando siempre a la pulsión de vida. Así el tanatos, la muerte, siempre es eternamente mayor que el eros, el amor y la vida.
Según Freud, de los quinientos mil millones de células que tiene nuestro cuerpo, y que van camino a la muerte desde el momento del nacimiento, solo dos, el óvulo y el espermatozoide generan vida, es fácil entender por qué esa pulsión de destrucción y muerte siempre le gana a la otra pulsión… la de vida y amor.
“La única certeza de la vida es la muerte reza el antiguo proverbio”, como para dar mayor entidad a las reflexiones del padre de la psiquiatría. El tánatos, la muerte, parece ser el patrimonio ancestral de nuestro pariente el chimpancé y el eros, la vida y el amor son la mínima cuota que le agrega nuestra humanidad.
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