Una historia de pandemia
El pésimo manejo de la epidemia que nos dejó a expensas del virus
Esta batalla contra un enemigo invisible, desconocido en su accionar, llamado Covid-19, nos hizo atrincherar hasta saber cuál era su real poderío en estas pampas y cuál sería su forma de ataque, si bien contábamos con las experiencias de ataques similares, en otros lejanos lugares.
Empezaron a aparecer voces de coroneles expertos, hasta en entonces creíbles, que nos decían que acá no llegaría tal ejército y que deberíamos tenerles más miedo a otras enfermedades que al Covid. Todos fuimos aprendiendo a conocer al enemigo en esta guerra pensando a cada momento ¿Cuándo llegará nuestro Waterloo?
El enemigo no resulto ser ningún improvisado como creyeron nuestros mediocres e improvisados comandantes. El enemigo es inteligente, astuto, paciente, tiene un ejército que se multiplica y cuenta con armas letales. Pero además parece haber leído, estudiado y está aplicando con nosotros el milenario libro del general chino Sun Tzu "El arte de la guerra".
Inteligentemente nos aisló, nos desgastó psicológicamente, generó hambruna en la tropa, generó desconfianza y descreimiento en los generales, algunos combatientes empezaron a salir de las trincheras en busca de alimentos para sus familias o tal vez hastiados por el encierro. Otros dejaron de tenerle miedo al enemigo y llegando a inventar, para paliar su angustia, que el enemigo no existía.
En definitiva, ya la tropa parecía que no estaba tan unida ni dispuesta a acatar nuevas órdenes de coroneles y generales que piden un constantemente, y ya hasta ridículamente… "Un último esfuerzo". Para colmo de males, esta tropa desmoralizada, hambreada y agotada, se entera que por detrás, sus jefes quienes tienen que dar, más allá de las órdenes el ejemplo, están escondidos en lujosos bunkers, con comida hasta hastiarse y con las mejores armas que nosotros, como simples soldados tenemos a cuentagotas.
Alguien dijo… La traición es siempre más destructiva que la derrota… y siempre conduce a ella.
Nuestro ejército, hecho trizas y en harapos, ve como sus inútiles generales levantas sus copas de champan manchadas con nuestra sangre y se llevan los pocos bienes que nos quedan.
Mientras tanto, el ejército Covid-19, sin un arma mortal de nuestra parte que lo intimide o le haga daño, está más fuerte y más vivo que nunca, dispuesto a atacarnos, ante nuestro menor descuido y llevarse las vidas de a miles y sin distinción de edades.
Nuestra única estrategia de combate hoy como ayer, sigue siendo el encierro, solo el encierro… No salir a combatir ni a debilitar al enemigo. Y escondidos o huyendo… Nunca hubo general que ganara ninguna guerra. Mientras tanto el Covid, relee concienzudamente su libro de cabecera, El arte de la guerra, de donde rescata todas sus estrategias: Somete al enemigo sin luchar; Cansa al enemigo manteniéndolos encerrados, asustados y sin poder respirar; Si el enemigo no sabe la fecha de la batalla, siempre lo podrás vencer; Si las instrucciones no son claras y no se confía en las órdenes, la culpa siempre es del general. Mientras tanto nosotros que seguimos en la trinchera, con hambre, con miedo y con un futuro incierto.
Pero estemos seguros que si confiamos en nuestras propias fuerzas, sin mediocres o iluminados generales… que viven ciegos de toda ceguera, esta guerra va a culminar con un triunfo. No sin dolor, pero con un triunfo al fin porque como reza el milenario proverbio: De las nubes más negras, brota el agua más clara.
El enemigo no resulto ser ningún improvisado como creyeron nuestros mediocres e improvisados comandantes. El enemigo es inteligente, astuto, paciente, tiene un ejército que se multiplica y cuenta con armas letales. Pero además parece haber leído, estudiado y está aplicando con nosotros el milenario libro del general chino Sun Tzu "El arte de la guerra".
Inteligentemente nos aisló, nos desgastó psicológicamente, generó hambruna en la tropa, generó desconfianza y descreimiento en los generales, algunos combatientes empezaron a salir de las trincheras en busca de alimentos para sus familias o tal vez hastiados por el encierro. Otros dejaron de tenerle miedo al enemigo y llegando a inventar, para paliar su angustia, que el enemigo no existía.
En definitiva, ya la tropa parecía que no estaba tan unida ni dispuesta a acatar nuevas órdenes de coroneles y generales que piden un constantemente, y ya hasta ridículamente… "Un último esfuerzo". Para colmo de males, esta tropa desmoralizada, hambreada y agotada, se entera que por detrás, sus jefes quienes tienen que dar, más allá de las órdenes el ejemplo, están escondidos en lujosos bunkers, con comida hasta hastiarse y con las mejores armas que nosotros, como simples soldados tenemos a cuentagotas.
Alguien dijo… La traición es siempre más destructiva que la derrota… y siempre conduce a ella. Nuestro ejército, hecho trizas y en harapos, ve como sus inútiles generales levantas sus copas de champan manchadas con nuestra sangre y se llevan los pocos bienes que nos quedan. Mientras tanto, el ejército Covid-19, sin un arma mortal de nuestra parte que lo intimide o le haga daño, está más fuerte y más vivo que nunca, dispuesto a atacarnos, ante nuestro menor descuido y llevarse las vidas de a miles y sin distinción de edades.
Nuestra única estrategia de combate hoy como ayer, sigue siendo el encierro, solo el encierro… No salir a combatir ni a debilitar al enemigo. Y escondidos o huyendo… Nunca hubo general que ganara ninguna guerra. Mientras tanto el Covid, relee concienzudamente su libro de cabecera, El arte de la guerra, de donde rescata todas sus estrategias: Somete al enemigo sin luchar; Cansa al enemigo manteniéndolos encerrados, asustados y sin poder respirar; Si el enemigo no sabe la fecha de la batalla, siempre lo podrás vencer; Si las instrucciones no son claras y no se confía en las órdenes, la culpa siempre es del general. Mientras tanto nosotros que seguimos en la trinchera, con hambre, con miedo y con un futuro incierto.
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