Temistocles y la cuarentena

El inadecuado manejo de la pandemia de Covid 19 en nuestro medio doméstico, nos dejó un doloroso aprendizaje que se podía haber minimizado



Corría el año 490 antes de nuestra era y culminaba una épica de la antigüedad; Un pequeño grupo de Ciudades Estado de Grecia acababan de vencer al imperio más grande del mundo conocido, los persas, en las llanuras de Maratón. Temístocles, el improvisado general de la pacífica y cultural Atenas, fue parte de ese milagro militar, y a la vuelta fue ungido como líder para dirigir los destinos de su amada ciudad.

Apenas llegado al cargo trató de convencer al resto de la elite gobernante sobre la necesidad de armar la flota marina más grande que pudiesen, pues los persas no dejarían la afrenta impaga y volverían, reforzados, por la venganza. Insistentemente Temístocles trataba de lograr su cometido, pero insistentemente los demás funcionarios argumentaban que si sucedía tal desdicha esperarían a los persas en su territorio para presentarles batalla como en Maratón. Temístocles sabía que no habría una segunda Maratón… pues los dioses no siempre están de tu lado.

Tal fue la insistencia que al fin logró armar una flota de doscientos ágiles trirremes, más de lo que nunca se hubiese imaginado. Diez años después Jerjes, el nuevo rey de Persia, arremetió contra Grecia para vengar la derrota de su padre Darío, trayendo la mayor flota y el mayor ejército que jamás se haya visto sobre la tierra.

Conociendo que los grandes barcos persas destruirían sus pequeños y ágiles trirremes, Temístocles eligió el lugar donde dar batalla: El estrecho de Salamina, donde por su particular geografía impedía el libre movimiento de las grandes naves.

Otros 2500 años antes el general chino Sun Tzu en su revolucionario libro “El arte de la guerra”, plasmó la famosa frase: “… El que elige el terreno, gana la batalla”, y así fue… La flota persa fue destruida en Salamina y la gloria y el esplendor de la futura Atenas llegó hasta nuestros días con su cultura, su arte, su arquitectura y por sobre todo con su democracia, el mayor legado de esos antiguos y geniales hombres. Hoy, 25 siglos después, nuevamente un enorme ejército invasor amenaza la paz y la calidad de vida del mundo: El Covid 19.

Nosotros, en nuestro pequeño estado, sin Temístocles de por medio, decidimos ir por la peor estrategia: Refugiarnos a la espera de contar la menor cantidad de muertos posibles, sin elegir el terreno de batalla y sin salir a enfrentar al invisible enemigo. Como en otros programas dijimos: Al virus no se lo espera… Se lo busca y se lo combate… Eso marcaría la elemental lógica militar.

Diez meses de inútil cuarentena (comenzada en pleno verano y sin riesgos supremos de por medio) se pagaron caro. Arriar nuestros estandartes con cien mil muertos por llorar, es la más deshonrosa derrota que haría llorar de ira al mismísimo Temístocles.

Cuando lleguó el momento de la verdadera batalla (que era sabido desde siempre que sería en pleno invierno), nuestro “ejercito” de ciudadanos ya estaba agotado, desmoralizado y sin voluntad, pero logramos mantenernos lo más firmes posible, con el mayor ánimo, sin pánico y esperando el momento de la gran batalla con mucha fe… Al fin y al cabo, quizás los Dioses sean bondadosos y nos puedan premiar con otra batalla de Maratón… Como hace 2500 años..

Dr. Rubén Merciel



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