Los miedos que dejó la pandemia
Las cicatrices de un manejo desorganizado de la mayor crisis de los últimos cien años
Hace más de cincuenta años, y gracias a la claridad y lucidez de una médica de mente amplia, pero duramente criticada y desvalorizada por sus colegas, Elizabeth Kubler Ross, es que tuvimos la oportunidad de conocer lo que nos ocurre como humanos sensibles y racionales ante el momento extremo de enfrentar la muerte de nuestros seres queridos o de ser protagonistas de los momentos previos a nuestra propia muerte.
Kubler Ross, fue la primera persona que allá por la lejana década de 1960 comenzó a trabajar en lo que hoy se da en llamar “cuidados paliativos”, que no es ni más ni menos que asistir a los pacientes en su lecho de muerte.
De este trabajo de años nace su famoso libro “De la muerte y los moribundos”, donde la autora reconoce y explica los cinco pasos inalterables del duelo humano ante una irreparable pérdida.
Negación, ira, negociación, depresión y aceptación son esos duros pasos del camino al duelo.
Yendo a la realidad reciente de nuestros días, la pandemia de Covid-19 nos hizo transitar las fases de un duelo en vida. La angustia de a poco se fue apoderando de las mentes, mentes que en un principio, creían que en poco tiempo la vida seguiría su curso como si nada.
Esa era una mítica fantasía era, en la analogía del duelo de Kubler Ross, la negación necesaria para que esa angustia incipiente no nos golpeara más duramente.
Luego de esto, y al ver que la cosa no era solo guardarse unos días de forzadas vacaciones, la negación de principio dio paso a la ira (el segundo componente de las fases del duelo), con la agresión al personal sanitario que, siendo un lado, venerados trabajadores que nos cuidan y nos protegen, merecedores de efusivos aplausos nocturnos, y al segundo convertirse en despreciables seres contagiadores que no merecían ser siquiera nuestros vecinos.
Una tercera fase, que no podía faltar en la dinámica del duelo (la negociación), que en última instancia se trata de la súplica a una entidad, terrenal o divina, que nos ayude y nos saque de la angustia de este penoso trance, y esa entidad, en este caso terrenal, eran los encargados de traer la vacuna milagrosa que terminaría con todos nuestros males. Dado que la vacuna llegó tarde y mal, la negociación como solución de nuestro duelo quedó trunca.
Todo fue como si todos los mitos de la antigua Grecia se nos cayeran encima. Aunque no nos guste debemos aceptar que Fobos hizo muy bien su tarea porque las fobias están entre nosotros a la orden del día. Fobias sociales discapacitantes, angustia extrema, crisis de ansiedad y pánico son los efectos secundarios de no haber manejado correctamente la pandemia.
Si pudimos ver en el hemisferio norte lo que nos pasaría seis meses después a nosotros y aun así no aprendimos ¿Será soberbia que le dicen?
Kubler Ross, fue la primera persona que allá por la lejana década de 1960 comenzó a trabajar en lo que hoy se da en llamar “cuidados paliativos”, que no es ni más ni menos que asistir a los pacientes en su lecho de muerte. De este trabajo de años nace su famoso libro “De la muerte y los moribundos”, donde la autora reconoce y explica los cinco pasos inalterables del duelo humano ante una irreparable pérdida. Negación, ira, negociación, depresión y aceptación son esos duros pasos del camino al duelo.
Yendo a la realidad reciente de nuestros días, la pandemia de Covid-19 nos hizo transitar las fases de un duelo en vida. La angustia de a poco se fue apoderando de las mentes, mentes que en un principio, creían que en poco tiempo la vida seguiría su curso como si nada. Esa era una mítica fantasía era, en la analogía del duelo de Kubler Ross, la negación necesaria para que esa angustia incipiente no nos golpeara más duramente.
Luego de esto, y al ver que la cosa no era solo guardarse unos días de forzadas vacaciones, la negación de principio dio paso a la ira (el segundo componente de las fases del duelo), con la agresión al personal sanitario que, siendo un lado, venerados trabajadores que nos cuidan y nos protegen, merecedores de efusivos aplausos nocturnos, y al segundo convertirse en despreciables seres contagiadores que no merecían ser siquiera nuestros vecinos.
Una tercera fase, que no podía faltar en la dinámica del duelo (la negociación), que en última instancia se trata de la súplica a una entidad, terrenal o divina, que nos ayude y nos saque de la angustia de este penoso trance, y esa entidad, en este caso terrenal, eran los encargados de traer la vacuna milagrosa que terminaría con todos nuestros males. Dado que la vacuna llegó tarde y mal, la negociación como solución de nuestro duelo quedó trunca.
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