La Ruta de la proteína [3]

[Parte tres] Un minúsculo nutriente alimentario que tuvo la potencia vital para cambiar la historia de la humanidad desde sus propios orígenes



Si lo explicado en las dos primeras partes de este informe suena insólito, puesto que siempre relacionamos a los simios con la alimentación vegetariana, es bueno saber que es habitual que los chimpancés, munidos de una vara de madera, extraigan hormigas y termitas de sus nidos como un exquisito manjar proteico. Menos conocido es el hecho que esos mismos chimpancés organizan habitualmente cacerías (siendo sus víctimas preferidas los monos colobos) en las que los despedazan y comen en medio de una frenética orgía de excitación y sangre.

Los venados y cerdos salvajes también son parte de la dieta proteica habitual de estos primates; primates que ostentan un grado de efectividad predadora que duplica la de un cazador por excelencia como lo es el león. El ingreso del alimento animal, rico en fósforo y aminoácidos (otra vez la proteína), tiene que haber sido el elemento disparador de los cambios posteriores que se fueron sucediendo, y que llevaron a acelerar la evolución del homínido.

El alimento proteico pudo tener dos efectos en el funcionamiento orgánico del primate-homínido. • Al tener menos residuo celulósico que procesar, como con la dieta vegetariana pura, ya no fue imprescindible mantener un intestino tan largo. Prueba de este cambio es que los primates presentan un abdomen globuloso, distendido y amplio (cosa que era notorio en el físico de los primeros Australopithecus), y que los homínidos superiores (Homo Hábilis, Homo Ergaster, Homo Neanderthalensis) fue reduciendo paulatinamente su longitud. • Como los vegetales aportan muy poco caudal energético útil, los animales herbívoros deben pasar casi todo el día comiendo para cubrir sus necesidades; Al consumir proteínas y no tener que procesar tanto alimento vegetal el hábito carnívoro dio sus frutos.

Al aprovechar la calidad nutricional de las proteínas hubo un mayor caudal de sangre y energía sobrante, caudal que se pudo derivar del trabajo intestinal hacia el sistema nervioso central, en especial el cerebro. Al transformarse nuestro Australopithecus, de homínido inferior en homínido superior, aumenta notablemente su estatura; El esqueleto de Lucy, el Australopithecus Afarensis más completo hallado hasta la actualidad, tiene una talla de un metro veinte, contra el metro noventa que atestigua el fémur fosilizado de un Homo Ergaster adolescente de 14 años de edad.

Durante los siguientes tres millones de años los homínidos fueron perfeccionando su evolución, pasando del estado primitivo, cuasi primate, del Australopithecus al de Homo Hábilis, llegando hace 1.500.000 años a transformarse en Homo Erectus y de allí en Homo Ergaster (un perfeccionamiento del antedicho Homo Erectus). En este Homo Ergaster se diluye la continuidad evolutiva comprobable, faltando el incesantemente buscado Eslabón Perdido, nexo de unión evolucionista entre los primates y el hombre.

Si la proteína fue el disparador de la evolución de los primates a homínidos, ya humanos modernos, ganar el mundo y poblarlo, también tiene a la proteína entre sus máximos gestores. La pista perdida hace un millón y medio de años reaparece hace ciento veinte mil años para algunos autores y hace ciento noventa y cinco mil para otros, con la presencia del Homo Sapiens o humano moderno, especie que somos hasta el día de hoy.

Dr. Rubén Merciel



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