La verdad sobre los edulcorantes [3]

La industria de alimentos y bebidas, atentos a los pedidos de los consumidores, y ante la posibilidad de caída de sus ventas ante la retracción de lo potenciales consumidores...



La industria de alimentos y bebidas, atentos a los pedidos de los consumidores, y ante la posibilidad de caída de sus ventas ante la retracción de lo potenciales consumidores que exigen “menos azúcares alimentarios”, están reemplazando de manera exponencial el altísimo contenido de azúcar o de jarabe de maíz de alta fructosa (el JMAF), que no es otra cosa que la melaza, utilizados hasta hace un tiempo, por endulzantes artificiales en muchos productos que tradicionalmente contenían azúcar.

En el Reino Unido de la Gran Bretaña, actualmente es casi imposible encontrar algún refresco que no esté endulzado con edulcorantes artificiales, e incluso cosas como encurtidos de remolacha y pepinillos están siendo endulzados artificialmente en forma creciente. Aunque el margen de ganancias con el agregado de los endulzantes artificiales es extremadamente alto para la industria alimentaria, la presión para seguir utilizando azúcar y jarabe de maíz es alta.

El JMAF fue introducido por la industria como una alternativa económica al azúcar, cuyo coste era (y es), extremadamente alto. Por tanto, no sorprende que la industria de alimentos esté promoviendo con gran furor altamente sus productos “dietéticos” o “light”, no tanto en beneficio de los consumidores de estos productos endulzados, sino en aras de una mayor rentabilidad.

Esto se verifica si analizamos, según lo referido por la empresa de análisis de mercado Mintel que, en los Estados Unidos, entre 2000 y 2005, un total de 3920 productos que contienen endulzantes artificiales fueron lanzados y solo en 2004, se comercializaron 1649 de ellos, así, el mercado americano de endulzantes artificiales, creció un 8% por año hasta llegar a 189 millones de dólares en 2008.

El aspartame es actualmente el edulcorante más popular en la industria de los alimentos debido a su alto poder edulcorante, y gracias a que el precio cayó significativamente tras la expiración de la patente de Monsanto en 1992.

Existe una universal controversia acerca de los riesgos sobre la salud de los edulcorantes artificiales tales como la sacarina, el ciclamato, la sucralosa y el aspartame. Como en un Deja vu científico, se volvió a reflotar en los primeros días del mes de mayo de 2023, una arcaica discusión sobre los posibles efectos nocivos secundarios al uso de edulcorantes artificiales y que ya había siso cuasi plenamente descartadas décadas atrás.

Tal vez como un remake del Imperio contrataca, se han replanteado sus posibles efectos adversos en aspectos tales como la intolerancia a la glucosa, la activación de los receptores de sabor dulce y las alteraciones en la composición de la flora intestinal. En el caso de los edulcorantes derivados de aminoácidos, como el aspartame, se llegó a la conclusión que los mismos no ejercen cambios en la flora intestinal.

Del resto de los edulcorantes aquí enunciados, únicamente la sacarina y la sucralosa podrían tener alguna capacidad de cambiar la flora microbiana intestinal, pero se requieren más estudios en humanos para confirmar estos cambios. Sobre los riegos de los edulcorantes no calóricos en la producción de diabetes y cáncer, los diferentes estudios no han encontrado evidencias ciertas de respaldo a esas hipótesis.  ​ Continuará…

Dr. Rubén Merciel



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