La aventura espacial
La experiencia humana de conquistar el universo tiene sus costos
Existen diversos efectos que la vida en el espacio exterior provoca en los astronautas que se aventuran a desafiar las reglas de la física y permanecer en un hábitat a todas luces hostil para los humanos. Los efectos más significativos de la estancia prolongada en el espacio son múltiples, y hablar de “prolongado” en el espacio es solo… más de diez días.
El efecto de mayor importancia en las exposiciones largas a la ingravidez involucra a huesos y músculos. Los músculos comienzan a debilitarse, así los astronautas pueden perder hasta el 20% de su masa muscular en los primeros diez días, impidiendo posteriormente realizar cualquier labor pesada. El metabolismo de los huesos también cambia, y esto resulta en una pérdida de tejido óseo de 1.5% al mes, en especial en las vértebras lumbares, la cadera y el fémur.
Es de tener en cuenta que recién pasados los 35 años la pérdida normal de masa ósea es de solo el 0,5% anual. Es decir que los astronautas pierden en un mes la cantidad de hueso que esa misma persona perdería en la tierra… ¡En tres años!, y que la pérdida ósea en columna y fémur (que se da recién después de los cincuenta años) y en la cadera (que se da después de los setenta), los astronautas la tienen después de una simple aventura espacial y en su cuasi juventud, llegando a provocarles una grave y temprana osteoporosis.
La falta de gravedad descomprime los discos intervertebrales, de forma que los astronautas que llevan mucho tiempo en el espacio vuelven inusitadamente más altos a la tierra. Por ejemplo, el astronauta Scott Kelly, tras pasar 340 días en la Estación Espacial Internacional, volvió al planeta cinco centímetros más alto. Es también significativo el empeoramiento de la función hepática, pues el hígado se vuelve graso e inicia un rápido y grave proceso de cirrosis.
Se altera la función del aparato circulatorio. La sangre se concentra en la mitad superior del cuerpo por falta de gravedad y se reduce la formación de glóbulos rojos, la cantidad de sangre disminuye de cuatro litros a solo tres. Ante la falta de necesidad de bombear más sangre el corazón se atrofia rápidamente y se debilita el sistema inmunológico.
La radiación puede causar daño a las células madre de médula ósea que integran el sistema sanguíneo e inmunológico causando aberraciones en los linfocitos. Como los linfocitos son esenciales en el sistema inmunológico su reducción hace que los virus que se encuentren latentes en el cuerpo se activarían. La radiación ha sido relacionada con el alto número de cataratas en los astronautas. El astronauta soviético, Valentin Lebedev, quien pasó 221 días en órbita en 1982, quedó ciego debido a las cataratas.
Los efectos psicológicos de vivir en el espacio, pueden generar ansiedad, insomnio y depresión.
Las primeras tres semanas representan un periodo crítico donde la salud es afectada por los ajustes corporales para la adaptación al ambiente. La fatiga, la apatía, y las preocupaciones psicosomáticas son también una gran parte del problema.
Los astronautas no pueden regresar rápidamente a la Tierra para recibir ayuda médica en caso de una emergencia. El astronauta quizá tenga que depender durante largos periodos de sus limitados recursos existentes y tan solo de las recomendaciones médicas de la estación de control en tierra. Si sucede algo grave… Tal vez muera sin atención adecuada.
El efecto de mayor importancia en las exposiciones largas a la ingravidez involucra a huesos y músculos. Los músculos comienzan a debilitarse, así los astronautas pueden perder hasta el 20% de su masa muscular en los primeros diez días, impidiendo posteriormente realizar cualquier labor pesada. El metabolismo de los huesos también cambia, y esto resulta en una pérdida de tejido óseo de 1.5% al mes, en especial en las vértebras lumbares, la cadera y el fémur.
Es de tener en cuenta que recién pasados los 35 años la pérdida normal de masa ósea es de solo el 0,5% anual. Es decir que los astronautas pierden en un mes la cantidad de hueso que esa misma persona perdería en la tierra… ¡En tres años!, y que la pérdida ósea en columna y fémur (que se da recién después de los cincuenta años) y en la cadera (que se da después de los setenta), los astronautas la tienen después de una simple aventura espacial y en su cuasi juventud, llegando a provocarles una grave y temprana osteoporosis.
La falta de gravedad descomprime los discos intervertebrales, de forma que los astronautas que llevan mucho tiempo en el espacio vuelven inusitadamente más altos a la tierra. Por ejemplo, el astronauta Scott Kelly, tras pasar 340 días en la Estación Espacial Internacional, volvió al planeta cinco centímetros más alto. Es también significativo el empeoramiento de la función hepática, pues el hígado se vuelve graso e inicia un rápido y grave proceso de cirrosis.
Se altera la función del aparato circulatorio. La sangre se concentra en la mitad superior del cuerpo por falta de gravedad y se reduce la formación de glóbulos rojos, la cantidad de sangre disminuye de cuatro litros a solo tres. Ante la falta de necesidad de bombear más sangre el corazón se atrofia rápidamente y se debilita el sistema inmunológico.
La radiación puede causar daño a las células madre de médula ósea que integran el sistema sanguíneo e inmunológico causando aberraciones en los linfocitos. Como los linfocitos son esenciales en el sistema inmunológico su reducción hace que los virus que se encuentren latentes en el cuerpo se activarían. La radiación ha sido relacionada con el alto número de cataratas en los astronautas. El astronauta soviético, Valentin Lebedev, quien pasó 221 días en órbita en 1982, quedó ciego debido a las cataratas.
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