El manejo de la Pandemia

El mundo manejó la pandemia como pudo… Argentina, la manejó de la peor manera posible



Este famoso poema, atribuido a Bertolt Brecht, fue escrito por el pastor protestante alemán Martin Niemöller, pero que por cuestiones del destino se atribuyó al genial dramaturgo alemán:

"Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio. Yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio. Yo no era social demócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté. Yo no era sindicalista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra. Yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí, no había nadie más que pudiera protestar.”

La desigual lucha contra la pandemia de Covid-19, sobre todo en nuestro país, y debido a la particular característica de la personalidad argentina, donde se combinan un elevado grado de autosuficiencia; un desprecio bastante generalizado hacia el cumplimiento de normas y reglas y un componente narcisista infantil que nos lleva del éxito al fracaso sin escalas previas terminó llevándonos a un total desastre con 130.000 muertos y en el top ten mundial de víctimas.

Un gran y primer inconveniente fue el discurso científico donde se certificaba que el Covid-19 atacaba a los adultos mayores y los jóvenes si lo tienen es asintomático y el único problema es que pueden contagiar a sus padres o abuelos… Groso error de los comunicadores… Una pandemia es de todos y todos la pueden padecer, que un virus tenga afinidad por una determinada franja etaria no quiere decir que esto sea verdad absoluta en términos médicos.

No nos olvidemos que hace unas décadas el HIV sida, era “La peste rosa”, donde como castigo de Dios se estigmatizaba a un particular grupo. Todo virus, bacteria, o cualquier agente causal, enferma primero a quien está más predispuesto, tanto como que el león o el lobo eligen primero a la presa más débil. Los ancianos, por lógica fueron las primeras víctimas de la pandemia.

Decirle a los adolescentes y adultos jóvenes, trasgresores y suicidas por naturaleza, que están libres del mal; Hacer un velorio multitudinario al máximo ídolo deportivo muerto, como tentando a la suerte; Dar dobles mensajes: El virus atacaba de 20 a 6 de la mañana solo en bares o restaurantes: Que las clases presenciales eran muy peligrosas… Y así hasta el infinito.

Los jóvenes, o los no tan viejos, al sentirse inmortales iban de reuniones a fiestas clandestinas y de cervezas tomadas del pico entre todos a no respetar ningún protocolo. Pero, como los ancianos ya se habían muerto o estaban vacunados, el virus siguió saltando de cepa en cepa y de unos a otros.

Dr. Rubén Merciel



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