El cerebro humano [3]
[Parte tres] Cuando el hombre y el animal se unen en un mismo cerebro, muchas veces lo hacen en armonía y muchas veces confrontan denodadamente
Volviendo al tema cerebro y mente, orgánicamente hablando, la mente es infinitamente más compleja de entender que el cerebro, por ello desentrañar los mecanismos psicológicos de la obesidad es una tarea que todavía se halla en pañales. Simplificando los causales primarios de la obesidad podemos encuadrar en dos grupos etarios los portadores de esta patología:
Por un lado, los grupos sociales en vías de desarrollo que, sin tener todas las necesidades básicas satisfechas, presentan diferentes grados de sobrepeso u obesidad como consecuencia de la sobrealimentación en base a alimentos hipercalóricos y ricos en carbohidratos, pero de dudosa calidad nutricional. Estos son los que podríamos denominar “los gordos de la pobreza”.
En contrapartida se encuentran los individuos de sociedades con necesidades satisfechas y obesidades por placer o gratificación culinaria, entrando estos representantes en la calificación de “los gordos de la riqueza”.
A simple vista es posible deducir erróneamente que la dificultad para corregir el problema del peso en estos dos grupos se halla en el primero de ellos, pues no es así; Poder ofrecer a quien no tiene motivaciones importantes, un aliciente como lo es recuperar un aspecto físico agradable, puede ser el motor que mantenga vivo el objetivo de seguir adelgazando. Quien, sin carencias ni dificultades manifiestas, deposita en la comida su pacer primario, lo convierte en un individuo exigente, cuestionador y escéptico, no estando dispuesto a sacrificar ese placer tan fácilmente.
Analizando la Teoría de la Motivación Humana “Motivación y Personalidad” de Abraham Maslow se podrán encontrar fundamentos del aumento exponencial de la obesidad y la anorexia-bulimia en sociedades “civilizadas” del mundo.
En la Teoría de la Motivación Humana, las necesidades de los individuos socialmente organizados se agrupan según el orden de prioridad de “supervivencia” que dicha necesidad representa para la persona en cuestión, en necesidades inferiores y necesidades superiores.
Según esto, es entendible que las necesidades humanas se manifiesten y organicen según una jerarquía de orden y predominio: Primero es imprescindible satisfacer las necesidades imperiosas para luego ocuparse de las aparentemente más superfluas o triviales.
Se consideran como necesidades humanas inferiores a las necesidades fisiológicas, y en una frontera entre lo inferior y lo superior a las necesidades de seguridad, necesidades de amor, necesidades de posesión, necesidades de estima y reconocimiento, dejando como logros eminentemente superiores a las necesidades de autorrealización y a las necesidades estéticas.
Cada una de estas necesidades surge en un orden casi inalterable de importancia, pues nunca pueden ser prioritarias las necesidades de de autorrealización o estéticas si el individuo todavía no pudo satisfacer sus necesidades fisiológicas primarias como el hambre o la sed. Como es obvio de entender el primer grupo de necesidades no solo es humana, sino que es patrimonio de todos los seres vivientes, pues sin comida, agua o sexo su supervivencia no es posible.
Los siguientes dos o tres escalafones de necesidades son, con diferentes variantes, compartidas además de los seres humanos por criaturas de otras especies (en especial los mamíferos superiores), en los cuales la necesidad de seguridad, afecto o posesión cumplen roles importantes en su estructura social.
Por último, podemos aseverar que la necesidad de estima, de autorrealización o estética es patrimonio exclusivo de la racionalidad del cerebro humano; por ello son consideradas como necesidades superiores. Aunque la secuencia de satisfacción de las necesidades humanas no sigue un ordenamiento reglamentadamente estricto sus pasos son, casi invariablemente, los siguientes: Una vez satisfechas las necesidades fisiológicas básicas, tales como hambre, sed y sexo; aparecen las necesidades superiores (seguridad, amor, posesión, estima) que dominan al individuo hasta que logran ser satisfechas, dando paso a nuevas necesidades cada vez más evolucionadas o sublimes, como son las de autorrealización y las estéticas antes mencionadas.
Es lógico suponer que cualquier interrupción la secuencia humana normal de ir logrando cumplir sus objetivos y cubrir sus carencias va a ser altamente traumático, tanto física como psicológicamente para el individuo. Un trauma de estas características pone en marcha todos los mecanismos hormonales compensadores, colocando a la persona en situación de stress.
Continuará…
Por un lado, los grupos sociales en vías de desarrollo que, sin tener todas las necesidades básicas satisfechas, presentan diferentes grados de sobrepeso u obesidad como consecuencia de la sobrealimentación en base a alimentos hipercalóricos y ricos en carbohidratos, pero de dudosa calidad nutricional. Estos son los que podríamos denominar “los gordos de la pobreza”. En contrapartida se encuentran los individuos de sociedades con necesidades satisfechas y obesidades por placer o gratificación culinaria, entrando estos representantes en la calificación de “los gordos de la riqueza”.
A simple vista es posible deducir erróneamente que la dificultad para corregir el problema del peso en estos dos grupos se halla en el primero de ellos, pues no es así; Poder ofrecer a quien no tiene motivaciones importantes, un aliciente como lo es recuperar un aspecto físico agradable, puede ser el motor que mantenga vivo el objetivo de seguir adelgazando. Quien, sin carencias ni dificultades manifiestas, deposita en la comida su pacer primario, lo convierte en un individuo exigente, cuestionador y escéptico, no estando dispuesto a sacrificar ese placer tan fácilmente.
Analizando la Teoría de la Motivación Humana “Motivación y Personalidad” de Abraham Maslow se podrán encontrar fundamentos del aumento exponencial de la obesidad y la anorexia-bulimia en sociedades “civilizadas” del mundo. En la Teoría de la Motivación Humana, las necesidades de los individuos socialmente organizados se agrupan según el orden de prioridad de “supervivencia” que dicha necesidad representa para la persona en cuestión, en necesidades inferiores y necesidades superiores.
Según esto, es entendible que las necesidades humanas se manifiesten y organicen según una jerarquía de orden y predominio: Primero es imprescindible satisfacer las necesidades imperiosas para luego ocuparse de las aparentemente más superfluas o triviales. Se consideran como necesidades humanas inferiores a las necesidades fisiológicas, y en una frontera entre lo inferior y lo superior a las necesidades de seguridad, necesidades de amor, necesidades de posesión, necesidades de estima y reconocimiento, dejando como logros eminentemente superiores a las necesidades de autorrealización y a las necesidades estéticas.
Cada una de estas necesidades surge en un orden casi inalterable de importancia, pues nunca pueden ser prioritarias las necesidades de de autorrealización o estéticas si el individuo todavía no pudo satisfacer sus necesidades fisiológicas primarias como el hambre o la sed. Como es obvio de entender el primer grupo de necesidades no solo es humana, sino que es patrimonio de todos los seres vivientes, pues sin comida, agua o sexo su supervivencia no es posible.
Los siguientes dos o tres escalafones de necesidades son, con diferentes variantes, compartidas además de los seres humanos por criaturas de otras especies (en especial los mamíferos superiores), en los cuales la necesidad de seguridad, afecto o posesión cumplen roles importantes en su estructura social.
Por último, podemos aseverar que la necesidad de estima, de autorrealización o estética es patrimonio exclusivo de la racionalidad del cerebro humano; por ello son consideradas como necesidades superiores. Aunque la secuencia de satisfacción de las necesidades humanas no sigue un ordenamiento reglamentadamente estricto sus pasos son, casi invariablemente, los siguientes: Una vez satisfechas las necesidades fisiológicas básicas, tales como hambre, sed y sexo; aparecen las necesidades superiores (seguridad, amor, posesión, estima) que dominan al individuo hasta que logran ser satisfechas, dando paso a nuevas necesidades cada vez más evolucionadas o sublimes, como son las de autorrealización y las estéticas antes mencionadas.
Es lógico suponer que cualquier interrupción la secuencia humana normal de ir logrando cumplir sus objetivos y cubrir sus carencias va a ser altamente traumático, tanto física como psicológicamente para el individuo. Un trauma de estas características pone en marcha todos los mecanismos hormonales compensadores, colocando a la persona en situación de stress.
Continuará…
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