El agregado de vitaminas

Hoy día, en cualquier momento y en cualquier lugar, la indicación de agregar vitaminas a tu vida es una constante que no siempre tiene fundamento



Desde hace tiempo, es común que los medios de comunicación masiva alerten sobre la necesidad del agregado de vitaminas a cualquier individuo, independiente de su nivel de salud, su estado económico o su estrato social. Si sos un ser humano normal… Seguramente te faltan vitaminas pareciera que es la consigna del momento.

Nada más alejado de la realidad. Con solo revisar la historia de la medicina y las vitaminas nos eximirán de mayores comentarios. En 1798 Thomas Malthus esbozó su teoría donde expone que “… La población tiende a aumentar en proporción geométrica, mientras que la producción de alimentos avanza en proporción aritmética”, justificando así el hambre universal de esas épocas.

La llegada de masivas inmigraciones desde las zonas rurales a las grandes urbes llevó a la necesidad de buscar métodos de producción de alimentos en mayor escala y a mucho menor costo, con lo que se desmejoró aún más la dieta de una población de por sí mal alimentada. Esto se evidencia al comprobar que en el siglo XIX los esclavos y los trabajadores rurales de Estados Unidos tenían mayor altura y varios kilos más que los habitantes de las ciudades, fruto de su mejor alimentación.

A los cambios dietéticos introducidos por el hombre se suman los desastres fortuitos, como la pérdida de dos cosechas de papa que llevó a la muerte por hambruna a la mitad de la población de Irlanda. Los trastornos de esta etapa de la organización alimentaria humana son las carencias vitamínicas, siendo muchas veces su corrección obra de la curiosidad de hombres avanzados a su época.

Antes de identificar la existencia de las vitaminas, los científicos veían que determinados elementos de la dieta corregían los síntomas de esas graves y generalizadas enfermedades. Funk, en 1914, aisló un extracto de la cáscara del arroz que curaba el Beriberi, un grave padecimiento que surgió durante el siglo XIX en el sudeste asiático debido a la introducción de las máquinas arroceras a vapor que sacaban la cáscara del cereal (fuente de la vitamina B1).

Así el ingenio humano para producir alimento rápido y barato instaló en la población una enfermedad que hasta ese momento no existía, aun cuando ese mismo arroz fue su alimento primario por miles de años. Funk pensó que el elemento contenido en la cáscara del arroz era una amina (derivado proteínico), y como era esencial para la vida de los que la consumían la denominó vitamina (amina vital).

Las vitaminas no tienen nada que ver con las proteínas que, pero en reconocimiento al esforzado trabajo del científico, se generalizó el uso del término vitamina para identificar a todos estos principios activos. Las carencias vitamínicas, a veces fueron sospechadas por quienes, sin ser médicos, demostraron una curiosidad que los llevó a intuir lo que otros ni siquiera imaginaban.

Dos claros ejemplos de esto son: 1. El capitán Jacques Cartier en 1555 implementó el uso de hojas de árboles cocidas en su tripulación para curar el déficit de vitamina C (según le enseñaron los indígenas del Canadá), cosa que certificó en 1747 Lind, médico de la Marina Inglesa, al comprobar el beneficio de los cítricos en la mejoría de este padecimiento.

2. El almirante Takaki, en 1880, redujo la frecuencia del déficit de vitamina B1 en la marina japonesa agregando pescado, carne y verduras a la dieta de arroz descascarillado de los marineros. Ya adentrada la primera mitad del siglo XX se habían identificado, y comenzado a corregir, todas las deficiencias vitamínicas básicas, llegando a su fin la era de las enfermedades por carencia; Hoy día solo quedan “bolsones” de avitaminosis severas en las zonas más pobres del planeta como el Africa y Asia.

Dr. Rubén Merciel



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