Los riesgos del asbesto

Un material, universalmente utilizado por la industria, nos muestra sus consecuencias. Los efectos secundarios graves y crónicos hicieron que se desechara su uso, pero todavía subsiste su uso.



Según el sitio de noticias Infobae, durante los últimos días, los delegados que representan las seis líneas de subte de la ciudad de Buenos Aires llevaron a cabo diferentes medidas de fuerza para exigir: “Una solución inmediata a la crisis de salud pública provocada por el asbesto”.

La red de subterráneos de Buenos Aires se inauguró en el año 1913, convirtiéndose así en el metro bajo tierra número 13 del mundo y el primero de América Latina, el hemisferio sur y el mundo de habla hispana.

El asbesto, en muchos lugares conocido como amianto, es una materia prima de origen mineral muy utilizado durante una gran parte del siglo XX en diferentes industrias. El asbesto está compuesto de fibras largas, resistentes y flexibles que se pueden entrelazar para conseguir, a partir de él otros diferentes materiales.

Su función primaria era la de ser un aislante térmico y acústico. Con respecto a la ubicación de este asbesto en los vagones de subte, el mismo se halla como aislante interno y como parte de la pintura de las unidades más antiguas.

El asbesto fue un material de primera elección en las construcciones de mediados del siglo XX, aprovechado como aislante. En nuestro medio cotidiano el asbesto se utilizó en la elaboración de chapas para techos y, sobre todo, en tanques de agua domiciliaria, que se los denominaba “de fibrocemento”, y de los cuales se ven hasta hoy día miles y miles en los techos de todas las ciudades argentinas.

Lo que alguna vez fue un mineral de uso común en la industria de la construcción, en las últimas décadas se comenzó a asociar a enfermedades respiratorias graves como la asbestosis, y la predisposición a provocar cáncer de pulmón.

Las enfermedades por absorción respiratoria de fibras de asbesto son procesos denominados “enfermedades ocupacionales”, por tratarse de procesos que tienen relación directa con tareas laborales donde el asbesto (amianto), se utiliza regularmente, por ejemplo, en minas de donde se extrae el producto, en talleres de automóviles (el asbesto está en sistemas de frenos y embriagues), en trabajadores de la industria electrónica, ferroviaria o portuaria.

La asbestosis, como se denomina técnicamente a patología provocada por aspiración crónica de fibras de asbesto, se va gestando silenciosamente, pues el asbesto libera microfibrillas que se van aspirando inadvertidamente. Las fibras de mayor volumen se alojan en las vías respiratorias superiores (nariz y laringe), provocando fenómenos similares a las alergias crónicas.

Las fibras de menor tamaño, y por lo tanto más agresivas, se alojan en la parte baja del aparato respiratorio: tráquea, bronquios y sobre todo en los alvéolos que son las unidades funcionales de respiración de los pulmones y los que se afectan sobremanera con las fibras de asbesto.

La reacción inflamatoria del organismo, para tratar de librase de esos cuerpos extraños, genera una fibrosis pulmonar, casi idéntica a la presentada por los fumadores crónicos con su característico EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), que lleva al paciente a una severa insuficiencia respiratoria.

En muchos casos, esa violenta reacción inflamatoria que provoca el propio cuerpo para desembarazarse de las molestas fibras de asbesto hace que las células involucradas en esta reacción cambien su funcionamiento mutando hacia la formación de diferentes tipos de cáncer pulmonar.

El asbesto fue uno de los descubrimientos en los que, hasta muy adentrado su universal uso, no se descubrieron sus efectos negativos, efectos que superaban, por mucho, sus beneficios. Así, por ser un material barato y simple de utilizar, nadie analizó sus potenciales riesgos.

Dr. Rubén Merciel



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